viernes, 17 de enero de 2014

Máximo Beltrán - fragmentos autobiograficos para un proyecto literario. RELATO 15

15.-
Cuando niño, recuerdo haber llorado en el bus mirando por la ventana, cuando me iba de mi pueblo; es que adivinaba que no volvería; me lleve el viento y a todos mis amigos en mi bolso de viaje; lleve mi calle y durante años soñé que volvía, regresé veinte años después y encontré la casa con las mismas cortinas, naranjas y floreadas, como dándome la bienvenida de un viaje que nunca debí hacer.

Suelo volver y abrir puertas, entrar sigiloso, no me ven, ahí está el caballo rojo con blanco y los patines junto a la caja de juguetes iluminada por el sol que entra casi con cuidado desde la ventana. Deje mis imágenes; fragmentos de una película sin editar; para ser completadas con mis cenizas algún día; deje mi desayuno inconcluso, la cama tibia me espera.

Máximo Beltrán - fragmentos autobiograficos para un proyecto literario. RELATO 14

14.-
En sus funerales encontré puros desconocidos, al mirar en retrospectiva esa mañana, me di cuenta que caminaba solo, ya en esa época comenzaba a devorar bibliotecas completas y a viajar por túneles alumbrados por antorchas, me rodee de viejos maestros que me enseñaron todos los secretos de la noche y pude cruzar sin ánimo de polemizar el tiempo. Podía estar aquí y allá y a veces; lo confieso; tenía miedo, pero me arriesgaba; tomé el elixir de la vida y la ambrosía refrescó mis noches, cuando llegaban los amaneceres arrancaba y en más de una ocasión desperté apurado en calles desconocidas, con los pies sucios y el pecho agitado.

Algunas familias cultivan el derecho a la privacidad, pero no se dan cuenta que existe otra familia, la fuerte e indisoluble, la de bautas y antifaces la que hermanada en cofradías nos robamos sus muertos, los invocamos y los entregamos después al universo.

Cuando murió la madre de Rodrigo y abrieron la tumba, recuerdo que llegue antes, quería verlo todo, y ver su urna como estaba, y ahí estaba completa y ahuecada, no hubo reducción, porque en los casi dos metros adonde llegaron los sepultureros consideraron que otro féretro reposaría correctamente, las improvisaciones de las antiguas inhumaciones. Y el calendario seguía deshojándose y yo parado inmutable. Tiempo después, ocurrirían tres funerales el mismo día; los cuerpos estaban diseminados en la carretera y entre los fierros; la pala forense ordeno carne y huesos. Cuando recibí el llamado, me lave tranquilamente, la procesión continuaba, deje las sabanas y fui al encuentro de uno de los últimos espectáculos y desde ese día no quise tener más amigos. Camino rodeado de fantasmas y cuando alguien golpea la puerta tengo miedo.

Máximo Beltrán - fragmentos autobiograficos para un proyecto literario. RELATO 13

13.-
Me hice amigo de brujos y magos, de putas e iconoclastas, marginé la vida al máximo, raje mi pecho para que sangrara de una vez por todas y salir de este entierro en vida, porque eso era, un muerto en vida que vago por las noches con la maldición de haber descifrado códigos tempranamente y buscando solitariamente a Rodrigo.

Un día me encontré en la calle con las piernas destrozadas; visite los verdaderos pasillos y fui tejiendo hermanamientos disímiles, bellos y verdaderos; capaces de agachar de pudor a falsos amigos que optaron por retirarse a sus templos. Estreche brazos eternos y fui danzando al compas del plan divino, aquel que no tiene pautas ni método; aprendí a viajar sin plan de ruta, sin querer deje capas en dos lugares y mi bóveda iniciática fueron los amaneceres.

Hoy al revisar mis cicatrices y el imaginario de fragmentos que llegan como sinopsis, me empeño rabiosamente de unirlos, pero no se puede; desperté angustiado en camas ajenas y en veredas soleadas y si hoy cuento mis verdades con crudeza; quizás relatadas con hermosura; no es por yoismo sino para iluminar a tantos desde mis imperfecciones.

Máximo Beltrán - fragmentos autobiograficos para un proyecto literario. RELATO 12

12.-
Todos iluminamos el camino de todos al vivir experiencias difíciles y compartirlas.

Máximo Beltrán - fragmentos autobiograficos para un proyecto literario. RELATO 11

11.-
Trate durante mucho tiempo de racionalizar el acto del suicidio, de entenderlo, de vivirlo, que había sentido Rodrigo en esa tarde de enero y como un acto de religar fui haciendo mis propias plegarias que un día olvidé o se durmieron.
He tenido pensamientos recurrentes de verme colgado, tratando de “safarme” de ese cordel que me aprieta y no puedo respirar, las imágenes se suceden, es mi vida la que se agolpa en unos segundos, me ahogo, no puedo devolver la expiración, me ahogo, me asusto, pataleo, mis piernas no llegan al suelo, trato desesperadamente de asirme a algo, pero estoy en el aire, pienso en mi madre, en todos, ya no siento nada, solo miedo, mucho miedo; trato de mirar alrededor y un pito aturde mis sentidos; trato de meter los dedos por el cordel, en ese espacio que puede significar todo, pero no puedo, ya no puedo; mis esfínteres se relajan y un pito envuelve todo.

Máximo Beltrán - fragmentos autobiograficos para un proyecto literario. RELATO 10

10.-
Un día fui asaltado, fue mi primer encuentro con la marginalidad, donde el cuchillo improvisado desnudó para siempre mi seguridad, esa que ya comenzaba a perderse con la partida de Rodrigo; partida que se fue sumando a la de muchos que como autómata fui despidiendo en el cementerio local. Ya en ese tiempo fumaba, me inicie con la cajetilla “de Rodrigo”, esa que un día encontré en los pantalones guardados.

Máximo Beltrán - fragmentos autobiograficos para un proyecto literario. RELATO 9

9.-
Subí rápidamente al segundo piso y como no tuve la oportunidad de saber las verdades de fuentes originales, solo me quedo descubrir los secretos y deducirlos revisando álbumes y uniendo conversaciones de verano de los primos y las visitas; claro nadie sabía que entre mentiras y verdades había cedido inocentemente la nana vieja de la casa que pensó que como todos estaba al tanto de los “secretos a voces” que a hurtadillas paseaban por los pasillos de la casa y del campo; quizás la pueda entender por estar tan acostumbrada a guardar secretos que a veces se derrumban ante el ingenio de los más jóvenes.

A veces los años y tantos silencios, como las pausas en las conversaciones que siempre encuentran una tapia abismal entre las generaciones, hacen sin querer un buen detective en las familias. Cuando ordené los hilos, estabas agonizando, lleno de tubos y sondas, pero sabía que estabas vivo y escuchabas, y no te ibas a ir de este mundo con el recuerdo inocente que hipócritamente sellaste como el tío abuelo perfecto ante todos. Abajo la familia reunida desconocía el rito que estaba por comenzar.

Lloraste al descubrir que estaba al tanto de todo y rogaste que no siguiera rasguñando el pasado; pero todo había comenzado muchos años atrás en los tiempos que los campos eran potestades, el látigo funcionaba y los curas heredaban las confesiones que por dinero sellaban.

Y ahí estabas, y te ate para siempre en los clavos de la casa, en cada peldaño, en cada aldaba, en cada tabla agujereada selle tu alma, quebré tu Cristo en esa cama histórica y traicionera, lo hice por el látigo que solo tu manejaste con la maestría del diablo y por la simiente que derramaste en nuevas camas.
Hoy tu tumba es seca y fea, como deben ser las tumbas, con fotografía de muerte, con tu fotografía de vida plasmada en esa loza de muerte y jarros con aguas hediondas por lluvias pasadas. Un día sentí tristeza ver esa tumba profanada; porque igual te visito, porque eres parte de mis muertos; alguien había alterado en la noche tu “morada” y la cruz de esa cristiandad mal concebida estaba rota, bien rota y en un acto de maldad o de pena fui a comprar una a un negocio de chinos, era lo que te merecías, una cruz de plástico, fea, ridícula, amorfa, con un Cristo de ojos razjados y de piel casi amarilla, una simulación fea de como lo fue tu vida.

Nadie sabe, hasta el día de hoy que revelo estos escritos, que el cura que venía a confesarte lo atrase como pude, aunque no creo en esas confesiones, no quería que tuvieras esa paz ficticia aunque fuera de mentira, cuando llego “tu salvación”, ya estabas muerto: y quizás por eso transitas por los escalones de la casa, y el moho crece en las murallas y el frio se apoderó para siempre de tu recuer
do.

Máximo Beltrán - fragmentos autobiograficos para un proyecto literario. RELATO 8

8.-
La cajetilla de More, la encontré un día trajinando en los pantalones que llevaba puesto el día que Rodrigo se mató, nunca volví a ponerme esa ropa y nunca he entendido porque realicé ese ritual, lo guarde sin querer durante tiempo; lo veía en el ropero y ahí quedaba, el pantalón era celeste de tela amasada, nunca más he visto esa tela. En ese re-descubrimiento que a ratos realizaba, me encontré con los cigarros, su cajetilla roja y letras blancas con dorado que ese día había comprado, yo creo que siempre supe que en el pantalón estaban, fueron el eslabón a una seguidilla de recuerdos de esa tarde.
Tome sus piernas y lo empujaba hacia arriba y se encorvaba, su cuerpo todavía estaba tibio, desesperado subí las escaleras para tratar de desanudar el cordel; era imposible, el peso de su cuerpo impedía cualquier acción tardía, su cara estaba más oscura de lo normal, sus ojos cerrados y la lengua asomaba por su boca simulando una mueca que yo entre nervios veía como sonrisa, yo estaba helado y transpiraba; luego comprendería que ya era diabético. Afuera Chillan vivía tranquilamente su siesta de enero y no lo podía desanudar, es que no entendía nada, como lo había hecho, si no había ninguna silla que lo hubiese sostenido; Rodrigo se había tirado del segundo piso eso ya era una realidad.

Soñé durante años, y las pesadillas fueron recurrentes, y siempre el motivo era saber que sintió en ese momento; desesperación, arrepentimiento; en este momento tengo las manos en mi cuello y ojeo mentalmente la escalera de la Pedro Lagos y ese calor sofocante de enero, muy igual a éste que me anuda a mucha tristeza.

Máximo Beltrán - fragmentos autobiograficos para un proyecto literario. RELATO 7

7.-
Atesore como oro fino todos los cortejos y procesiones simbólicas que se fueron sumando en mi vida; mi abuelo me inició en el oscurantismo, que no fue más que luz en toda mi vida; años después entendería muchas cosas; como conversar con “D-s” sin intervenciones del hombre, entender dentro de la precariedad del “no iniciado” que la trinidad era algo profano y que aquellos hombres “de otras latitudes” que lo acompañaron en su último viaje eran sus hermanos.

Recuerdo nítidamente, su rostro en la urna, pedí que me subieran para verlo, lo exigí; la sala era de esas grandes, que ya no existen, la urna bloqueba la entada a otra sala, esa parte nunca la entendí, supongo que era para que los invitados a esta “ceremonia” no circularan por el resto de casa. Poco a poco fueron llegando a este caserón que posteriormente sería destruído; los hombres “del misterio” como los he atesorado de niño en mi memoria; llegaban uno a uno, de los campos y pueblos cercanos, de la misma ciudad, rostros desconocidos que salían de la oscuridad a despedir a uno de los suyos en esa capilla sin cruces ni boato religioso, improvisada en la casa donde recuerdo que la lámpara lagrima suspendida cerca de la urna le faltaban dos bujías, como señalándonos que todo es perfectible, como la vida.

Y de esa manera fui entrando en el mayor de los misterios, mientras algunos cuchicheaban desde las ventanas, tratando de ver este espectáculo, color anaranjado, por los velones y la escasa luz.

Máximo Beltrán - fragmentos autobiograficos para un proyecto literario. RELATO 6

6.-
Caminaba tranquilo, atrás de la cureña, mis tíos, primos y los viejos venidos “de otros planetas” y que desconocía, me acompañaban, me llevaba de la mano un tío, de esos que aparecen en los casamientos y funerales, y que encuentras en las fotos viejas y nadie después recuerda; es que la familia de mi madre era muy grande; recuerdo en esas conversaciones de tarde a una de las tías decir que en Chillan éramos todos primos; gran error, al volver a Chillan, en los setenta, trate de rearmar esa historia, encontré a todos muertos y los pocos pensaron que andaba detrás de herencias y fortunas; mi madre los dejo de visitar, y el álbum familiar lo conservó una de las tías que cuidó a la abuela, que por lo general eso suele ocurrir, ella guardó también los recuerdos y los secretos. Ese no fue mi caso, solo me quedo observar de lejos las fotos viejas y razguñar los secretos malamente y a hurtadillas.

La procesión mortuoria seguía lenta por las calles, atrás, bien atrás los peugueot, y las citronetas, el calor de las calles de tierra y el sonido de las ruedas de la cureña. Tenía siete años y a mi abuelo lo íbamos a enterrar los hombres y los hombres lo abrazamos, y los hombres lo bajamos y los hombres de “distintos lugares del planeta” lo invocaron. Cuando cruzamos la puerta del cementerio una cruz alta nos recibía, con un Cristo doliente casi humano, recuerdo el color de ese día, era verdaderamente negro, era el misterio de ir a enterrar a un hombre sin dios ni cruces; pero ahí estaba ese Cristo que me hablaba de mi abuelo; porque mi abuelo no era ateo como creían, era más creyente que todos los que están leyendo estas líneas.



Máximo Beltrán - fragmentos autobiografcos para un proyecto literario. RELATO 5

5.-
Mi padre un año antes de morir, visito la tumba de los abuelos, recorrió la mitad del país, y cuando llego al lugar encontró pastizales, la reja estaba café de moho, y la suciedad se lograba entrever desde la puerta, una ventana a modo de ojiva en su parte central estaba rota, seguramente en su tiempo debe haber existido una estrella de David, después comprendería que no es “estrella” sino “escudo de David”; no lo quise acompañar, estaba demasiado enojado, por guardar toda su vida como un secreto. Mi hermana me relató con lagrimas en los ojos su desazón y su silencio, mi madre quedo en el auto, solo se bajo mi padre y mi hermana, nunca supe que conversaron, pero me imagino el espectáculo de emociones; mi padre había llevado de la casa cuatro piedrecitas del jardín que deposito en la tumba de los suyos, simbolizando cada piedra a sus hijos; después comprendería que nosotros no homenajeamos con flores a los que parten, pero era tarde ya la tumba de Rodrigo estaba colmada de flores que cada sábado deposite durante años.

Máximo Beltrán - fragmentos autobiografcos para un proyecto literario. RELATO 4

4.-
Eran las 5 de la tarde y estaba solo, los recuerdos transformados en imágenes pasaban una tras otra, estaba hipnotizado de dolor, era el funeral de Rodrigo , de esos funerales con color y olor a muerte, donde nada se disimula y la palá de tierra se sentía en la urna de manera ordenada, como un mantra que acompañaba las lagrimas, escuchando ese sonido con eco sobre la madera; llego un momento que pensé que la urna estaba vacía y que todo esto era un espectáculo al igual que la soga y la orina en los peldaños de la escalera, y que Rodrigo estaba al lado contemplando y riéndose de todos; y la pala de tierra continuaba y el sepulturero se secaba la frente con su pañuelo, era verano y Chillan ardía.

Quien no ha asistido a estos funerales donde la muerte no se maquilla con alfombras simulando pasto verde para cubrir la tierra, y la fosa se evita también con rejas pequeñas de cromo donde las cintas transportadoras del féretro simulan brazos largos de dios. No, aquí la muerte era muerte, sabia a muerte, con olor a muerte, sabor a muerte y dolor a muerte, aquí se lloraba, se gritaba, se clamaba a los cielos. Mi abuela; años después me contaría mi madre; cuando murió el tio Eliezer, se escondió en la cocina, se cubrió de cenizas su cabeza y rostro, lo lloro, lo grito y blasfemó.

Máximo Beltrán - fragmentos autobiografcos para un proyecto literario. RELATO 3

3.-
¡¡¡Puto Dios, Puto Dios!!!…maldije a la Creación ese día, quizás al hacerlo me maldije y al hacer público mi relato de vida me exorciso definitivamente; desde ese día se fueron muriendo todos, que manera de morir jóvenes en Chillan en los ochentas, fue una procesión que hice mía y terminé no queriendo amigos, me fui encerrando y mi arte fue mi refugio; cuando conocía alguien trataba de no conocer más allá de lo estrictamente conveniente, , comencé a temer, no quería amar, ni menos involucrarme, un día se fueron cuatro amigos y si yo escribo esto es únicamente porque ese día llegue tarde al viaje.

Un día, hace años atrás, vi a Rodrigo en el centro de Chillan, fue el mismo día en que supe que su mamá había muerto y yo me matriculaba en el último año de diseño, de eso me acuerdo bién, yo usaba un sombrero de fieltro verde, a cuadritos, estaba en la Casa Central del IPROCH en la plaza de Armas cuando veo a Rodrigo entre los alumnos, yo estaba en la escalera mirando a la calle, baje corriendo y casi caigo….y estaba caminando ya por la plaza….lo seguía, mi corazón saltaba y mi boca se secaba y las palpitaciones eran a mil, pensé que caería desmayado….lo perdí, termine sentado en un banco llorando; ese día mi padre me dijo que lo acompañara a la Pedro Lagos a dar los saludos a la familia de Rodrigo, porque su madre había muerto. Habían pasado tan solo cuatro años, mi madre me dijo que murió de tristeza.
Ahí supe, que de tristeza también se muere….

Máximo Beltrán - fragmentos autobiografcos para un proyecto literario. RELATO 2

2.-
La carta que me entrego la madre de Rodrigo, siete meses después, en el mes de julio, supongo, después he tratado de hilar estos actos con ternura, ella también quería cerrar su ciclo; porque algo tiene el tiempo es que cicatriza, y zurce cualquier herida. La carta escrita en un papel de carta, de esos con líneas, que ya no existen, escrito a mano con un lápiz azúl, decía; “debi conocerte antes, en otra época, con otro lenguaje, con otra ropa y con otro sexo, no debo arruinar lo diseñado por la creación, agradezco a dios porque apareciste en mi vida, he tratado de llevar virtuosamente esta relación amado amigo, tu lo sabes o te haces el desentendido y no me entiendes y ya no puedo más, perdóname . Rodrigo.

Antes, con su madre nos encontrábamos, y era inevitable en este Chillan tan chico, ella esquivaba mi miraba y no pretendía mi saludo, derechamente me esquivaba, y yo no lo entendía, quería descubrir que pasaba…

Un día recibí una llamada, quería encontrarse conmigo en el cementerio, en la tumba de Rodrigo, la misma que hoy no he encontrado y que me ha provocado a escribir esta historia; el encuentro fue extraño, recuerdo que ella vestía de negro, estaba delgada, muy delgada, casi no la reconocí dentro de ese ropaje suelto que se movía por el frio viento de julio. Sus manos huesudas dejaban ver su grotesco anillo, que supongo nunca se lo sacaba, porque era la única que la ataba a su glorioso pasado.

Toma, esto es tuyo; esa frase me golpea hasta el día de hoy; carta que simbólicamente en su tiempo no entendí y que hoy saco del recuerdo para releerla de nuevo en este Chillan afiebrado de calor con 38 grados. Al pasarme el papel, que acusaba haber sido arrugado, se puso a llorar y a gritar, me abrazó y me pegaba, pero no para agredirme, sino para simbolizar una agresión que nunca era agresión, quizás quería abrazar a su hijo; me apretaba y se ahogaba,, no sabía que hacer….ella lloraba, con ese llanto silencioso y seco, ese que ya no tiene lágrimas.

Máximo Beltrán - fragmentos autobiografcos para un proyecto literario. RELATO 1

1.-
Las mujeres no van al cementerio, no se si lo escuche o lo lei, pero de algo estoy seguro que lo viví, en la gran puerta de dos ambientes, donde el uso de grandes llaves y trancas era usual en aquellos tiempo, y los vidrios imitando los vitreaux, hacían la veces de segunda puerta que siempre daba a un gran pasillo; ahí estaban las mujeres de la casa,  las con delantal y las rigidas estampillas descolgadas de las murallas de los salones. Las observe desde la calle, donde los hombres tomaban puesto para el cortejo , y la urna,  grande, negra y sin cruz era depositada en una cureña engalanada por coronas confeccionadas  en los patios. También era verano, parece que esta estación, se ha empecinado en deshojar mi árbol.
Era el primo menor, los mayores sacaron al abuelo, sin rezos ni cruces, la cruz por siempre en la familia a significado  dolor, después comprendería ya en la adultez los misterios de las manos, del tránsito a pie al “templo de los muertos” y que la ropa limpia se debe disimular con arrugas y el descanso con ausencias y que  el ateísmo de mi abuelo nunca fue tal.

Mucho tiempo después era yo el que sostenía una urna en  mis manos, me acompañaban en esta hermandad del silencio y lágrimas mis primos, también era verano, y esta vez era mi padre. También la ausencia de la  cruz era notorio, que paradoja, lo que ocultamos más se nota, pero esta vez no existían aldabas, trancas, ni puertas de vitreaux, tampoco mujeres con delantal , ni rígidas estampillas despidiendo a sus muertos desde la puerta , tampoco existía cureña ni menos el boato silencioso de reyes sin reino. Una amiga, me dijo que “hacia tiempo no asistía a un funeral tan democrático”; supongo que lo democrático se refería la disparidad de colores y olores, en un Chillan tan proclive a las apariencias y a los engaños sociales.

sábado, 11 de enero de 2014

Máximo Beltrán - fragmentos autobiografcos para un proyecto literario. EDITORIAL

fragmentos autobiografcos para un proyecto literario.
Máximo Beltrán


Han transcurrido  30 años cuando Rodrigo, un amigo de aquellos de ruta, lo encontré colgando desde la escalera de su casa; esa tarde de mucho calor, detuvo mis relojes para siempre; conservo como regalo póstumo una carta que nunca entendí  o no quise entender; su madre me la entrego meses después, cuando las lagrimas ya había pasado y el ritual del cementerio  me estaba haciendo mal.

Me había enfrentado al ritual de la muerte cuando era niño, en la casona de mi abuelo,  cuando se velaban en las casas y los espejos se cubrían con sabanas y los cuadros se retiraban de las murallas; mi abuelo era ateo, después entendí muchas cosas; como la urna negra y sin cruz y los hombres de negro y sombrero venidos de “distintos lugares del planeta” que inundaban el salón. Mi abuela lo lloraba desde la puerta, el mismo que nunca la dejo ir a misa y blasfemo hasta el último día de no tener sepultura cristiana ni sacerdotes mojigatos en su lecho.

Hoy he vuelto al cementerio, pero ya no visito tan solo las mortajas de mi amigo, a ellas se han ido agregando el calendario completo,   y si hoy te lloro y publico con ánimo insolente y atrevido estas palabras, no es para invocarte sino para decirte que hoy entre sepulturas y sepulturas, entre rejas y llaves , entre  pasajes  y arboles tu tumba no la he encontrado…..y eso me duele, y este calor de mierda de Chillan que me asa  en vida, es mi  infierno.

La puerta estaba junta, tuve miedo en ese  mismo instante. Habíamos acordado no ir a Dichato , nuestros padres estaban ya en la playa y habías decidido contarme algo esa tarde, recuerdo que pase por el centro a comprar una cajetilla de More, que tanto te gustaban y yo estaba recién comenzando a fumar. Me aferre a tus pies, y la  desesperación la siento y la revivo ahora cuando tecleo este  computador, tecnología que nunca llegaste a conocer y menos a los “Kings Of Convenience”, grupo que escucho de fondo ahora que he decido de-hojar parte de mi vida.