martes, 19 de noviembre de 2013

Libro LA CASA. de Elgar Utreras (poesía) y Maximo Beltrán (fotografía)

SOBRE MAXIMO BELTRÁN Y SU OBRA FOTOFRAFICA en el LIBO LA CASA
Los personajes solitarios que habitan los diversos y tensos espacios compositivos, los objetos, las texturas, los elementos simbólicos que pueblan cada una de sus composiciones, funcionan en la obra de Maximo Beltrán como ecos lejanos de un tiempo ya olvidado que se aferra de manera desgarradora a nuestro presente. La composición jugada en blancos y negros extremos nos sacude de forma directa y es por medio de sus silencios que se aglutinan de manera coherente cada uno de estos trabajos. Es justamente este silencio, el que a la manera de un hilo conductor nos lleva a recorrer estos temas cargados de reminiscencias. Es allí donde un halo trágico subyace por detrás de esa apariencia apacible. Este salto de obra en obra que nos deposita en el final del recorrido, nos lleva a un viaje interior en donde como simples espectadores no podemos más que apropiamos de esta experiencia absolutamente conmovedora para reflexionar sobre todo el contenido de la misma.
(Leonardo Mezzetti)




















SOBRE ELGAR UTRERAS Y SU OBRA.
Se trata de un texto duro como un látigo de viento que nos incluye y nos propone hacer un recorrido que no será fácil porque su urdimbre verdadera tiene la nunca vana pretensión de intentar resolver aquellos acertijos que solo a través de la lengua pueden sacarnos del abismo.
Hay un ritmo, una cadencia que acompaña todo el recorrido de lectura que es notable y prefigura, desde la eterna conciencia del carácter colectivo que habita en las palabras, una estética cuya razón mayor es la obstinación por no diluirse ni sucumbir y ante todo, como alegato liminar del discurso, seguir adelante, a tientas si es preciso, pero jamás abandonar la dignidad que lo distingue.
 El poeta sabe de todo esto y no es poco lograr sostenerlo sin caer en la demagogia ni en el artificio. Elgar Utreras Solano es como un moderno Prometeo con su piedra propia y sabe que el arte siempre tiene razón, y es por ese motivo que tiene mano diestra para ofrecernos su corazón sangrante; el dice de manera magistral su convencimiento y su lucha interior en este hermoso verso: "Miles están de pie/ tengo mis sueños de testigo/ mis manos y mis vuelos".

(Sergio Pravaz)


Puerta I

A veces espero el sueño eléctrico
Con que me sentencian  a diluirme
Y está bien 
Porque a veces juegas sucio
Me dejas desnudo
Mis manos estériles
Sin parirme una vez más
Tus vestidos rozan mis nervios
Como mujer que sabe del futuro
Para enterrarme como enfermo de guerra
Le viene a cada tiempo un poco de soledad
Y borrón
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Los días pasan como vidrios llenos de bichos muertos
El sopor es la especialidad de la casa
Las visitas amenizan el plato fuerte
Los fabricantes  del sueño  trabajan en la cocina
De un viaje sin memoria
Así los días pasan cuando se te ocurre
Agitar las pulseras  del  desaliento 
Nos movemos a un ritmo
Que no pueden parar
Me enseñas el abecedario
Al oído
Tan leve

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Vienes  siempre cuando las hojas de mi interior
Han caído y las sombras crecen como edificios
En el ramaje de mi cerebro
Mi padre  busca explicaciones
Hasta detrás  de los eclipses
Mi madre sólo calla
Purísima desesperanza 
La que toca
Tus vestidos  acarician 
Mi catedral
En la que recojo

Una campana.


Puerta II

La tribu sin nombre partió cargando los hijos
Que sembró en mi cabeza
Yo los cogí tembloroso
Y sin un peso 
Era mi solaz el verlos alejarse con los ojos cerrados
Todo terminaba con un ojo abierto
La casa era el lugar donde me perdía
Como un cisne de Martínez
Era el perfecto gato de porcelana
Que fugado de sí y de la dama
Miraba por su ventana
Una ciudad que no le era propia
Llena de tejados ausentes
Luminosos baldíos
Rostros  de angustia
Que fueron como viejas compañías
La luz confusa de la luna
Entraba en el cuarto
Según no me engañan los recuerdos
Aunque no son de confiar
Dije algunas cosas para mí
Y me eché a volar.







Pasillo I

Hay un nervio roto en el extremo
De esta casa
Montón de guijarros
Y las palabras están con la clave perdida
¿Cómo estás hoy?  ¿Tienes algo que decir?
Responde una mudez  azul
Y la semana ¿Qué tal?
La espera
Es estarse de vacaciones  en el infierno
Quizás sea todo una tormenta en la selva
Un par de chicas asustadas
Alguna víctima de robo
Manejemos todas las posibilidades
Mientras  el vigor está en la dosis diaria
No recuerdo  si pasé por esto antes
¿Ud. Tendría la gentileza de decírmelo?
Aquí es de lo único que se habla
Las rosas no impresionan a nadie
Ni los gatos
La música estaría bien
Hablar un poco más con los amigos
¿Ya se van? ¿No podrían quedarse un segundo más?
Sin embargo así se va en este avión
Un nervio hecho trizas
Y este montón de guijarros
¿Qué hace en la ciudad? 





























Puerta III

El vigilante se sumerge en su ojo
Junto al bulto de ropa que me he vuelto
Distorsionando la luz de mis zapatos
Ahora recuerdo a mi abuela
Que del rescoldo sacaba sus crías
Es un pensamiento pasajero sin boleto
El que queda dando vueltas sobre la mesa
Donde nos reunimos a comer
No se siente el filo sobre la carne
Ni las trizas del último cometa
Él también recuerda en otra lengua
Él también sabe de su abandono
Cuida al detalle

Su soledad para no empañar la mía.


Pasillo II

La casa es una soledad inyectable
Que aliviana por cuenta controlada
El temporal  que me arrastra hacia repeticiones
Incontables
Me siento a  la sombra de un ciruelo
Que me recuerda a un amigo muerto
Las horas se tornan en un hambre de amor
Mientras estás tan lejos mi chiquilla
Mirarme las manos es el pasatiempo
Y las horas son de un hambre de amor que ni te cuento
Todo el mundo pasa afuera 
Alzado en banderas
Y estoy tan lejos de la marcha
Sin la llave hasta hacerme un grito.

martes, 12 de noviembre de 2013

"CEMENTERIO DE ANGELITOS. Crónica de un proceso creativo"

p.  Maximo Beltrán
VU (Revista Vitrina Urbana - noviembre)

Eran las 2 de la mañana y en ese momento me di cuenta que no estaba solo, miles me acompañaban; todo había comenzado una semana antes cuando Carmen Andrea Mantilla me invitó a diseñar su libro “Cementerio de angelitos”. Cuando recibí el archivo para la primera etapa de lectura y saber si estaba en condiciones de aceptar este reto, noté desde un principio que esto era diferente, lo sentía distinto, en el transcurso del proceso me di cuenta de su fuerza energética y de la emotividad que contenían sus hojas.

He diseñado una treintena de libros, por decir un número quizás muchos más, de variadas temáticas; pero éste venía con el misterio anudado en sus hojas. El arte si no es capaz de emocionar, es “cualquier cosa”. El libro lo leí llorando.

"La muerte es una tabla rasa,
pero cuando toca a un niño es una tabla con clavos,
una reunión de astillas,
el borde de un volantin,
un suicidio,
una última llamada,
una lección de humildad,
una miseria..."




Carmen, no lo puedo diseñar, fue lo primero que respondí; este libro no es cualquier libro, no puede quedar solamente en un lindo diseño, en un recurso tipográfico determinado, en una línea de diagramación y una bella elección de papel. Le propuse hacer el segundo relato a partir de los conceptos que desprendía de su lectura y anudar estos al diseño del libro y a la poesía. Existen variados caminos para crear, otros para diseñar, otros para diagramar y otros para copiar y pegar, este no era el caso.




Enfilé una tarde al Cementerio Municipal de Chillán, al fondo, donde se ubica el “patio de los angelitos”. El día estaba bello, el sol con la dureza de los rayos me impedía tomar fotos, por lo menos las que yo deseaba; el ritual de la muerte continuaba, pero era profano, esas tumbas silentes estaban vacías, muy vacías, no había nada, solo el dolor de los padres que se manifestaba en juguetes, muñecas, remolinos, guirnaldas, tropiezos de colores que se enredaban con el pasto desordenado, rejas inclinadas, cruces mustias y de repente una cruz anudada humildemente con una lana roja; es que a veces la pobreza y el dolor se unen.

No me di cuenta, pero no quería irme; la tarde pasó y encerrado me quedé en el cementerio, estaba alegre, en otras circunstancias quizá me hubiese puesto nervioso, pero no estaba solo. Entre patios y patios llegue a la calle Sepúlveda Bustos, atrás el sol se acostaba en Chillán y yo con mi máquina repleta de imágenes que, cuando llegó el momento, no quise descubrir. Así estuvieron un par de días, almacenadas, guardadas en la habitación simbólica de la iluminación interna.


Cuando definí los tiempos, el computador y los papeles del boceto estaban listos, comenzó el proceso de abrir la máquina, descubrir y leer por segunda vez el ritual fotográfico de días atrás. Desde las 19.30 hrs. no paré hasta las 4 de la madrugada siguiente, hice el libro llorando… “Eran las 2 de la mañana y en ese momento me di cuenta que no estaba solo, miles me acompañaban “