fragmentos autobiografcos para un proyecto literario.
Máximo Beltrán
Han transcurrido 30 años cuando Rodrigo, un amigo de aquellos de ruta, lo encontré colgando desde la escalera de su casa; esa tarde de mucho calor, detuvo mis relojes para siempre; conservo como regalo póstumo una carta que nunca entendí o no quise entender; su madre me la entrego meses después, cuando las lagrimas ya había pasado y el ritual del cementerio me estaba haciendo mal.
Máximo Beltrán
Han transcurrido 30 años cuando Rodrigo, un amigo de aquellos de ruta, lo encontré colgando desde la escalera de su casa; esa tarde de mucho calor, detuvo mis relojes para siempre; conservo como regalo póstumo una carta que nunca entendí o no quise entender; su madre me la entrego meses después, cuando las lagrimas ya había pasado y el ritual del cementerio me estaba haciendo mal.
Me
había enfrentado al ritual de la muerte cuando era niño, en la casona de mi
abuelo, cuando se velaban en las casas y
los espejos se cubrían con sabanas y los cuadros se retiraban de las murallas;
mi abuelo era ateo, después entendí muchas cosas; como la urna negra y sin cruz
y los hombres de negro y sombrero venidos de “distintos lugares del planeta” que
inundaban el salón. Mi abuela lo lloraba desde la puerta, el mismo que nunca la
dejo ir a misa y blasfemo hasta el último día de no tener sepultura cristiana
ni sacerdotes mojigatos en su lecho.
Hoy
he vuelto al cementerio, pero ya no visito tan solo las mortajas de mi amigo, a
ellas se han ido agregando el calendario completo, y si hoy te lloro y publico con ánimo
insolente y atrevido estas palabras, no es para invocarte sino para decirte que
hoy entre sepulturas y sepulturas, entre rejas y llaves , entre pasajes
y arboles tu tumba no la he encontrado…..y eso me duele, y este calor de
mierda de Chillan que me asa en vida, es
mi infierno.
La
puerta estaba junta, tuve miedo en ese
mismo instante. Habíamos acordado no ir a Dichato , nuestros padres
estaban ya en la playa y habías decidido contarme algo esa tarde, recuerdo que
pase por el centro a comprar una cajetilla de More, que tanto te gustaban y yo
estaba recién comenzando a fumar. Me aferre a tus pies, y la desesperación la siento y la revivo ahora cuando
tecleo este computador, tecnología que
nunca llegaste a conocer y menos a los “Kings Of Convenience”, grupo que
escucho de fondo ahora que he decido de-hojar parte de mi vida.
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