viernes, 17 de enero de 2014

Máximo Beltrán - fragmentos autobiograficos para un proyecto literario. RELATO 7

7.-
Atesore como oro fino todos los cortejos y procesiones simbólicas que se fueron sumando en mi vida; mi abuelo me inició en el oscurantismo, que no fue más que luz en toda mi vida; años después entendería muchas cosas; como conversar con “D-s” sin intervenciones del hombre, entender dentro de la precariedad del “no iniciado” que la trinidad era algo profano y que aquellos hombres “de otras latitudes” que lo acompañaron en su último viaje eran sus hermanos.

Recuerdo nítidamente, su rostro en la urna, pedí que me subieran para verlo, lo exigí; la sala era de esas grandes, que ya no existen, la urna bloqueba la entada a otra sala, esa parte nunca la entendí, supongo que era para que los invitados a esta “ceremonia” no circularan por el resto de casa. Poco a poco fueron llegando a este caserón que posteriormente sería destruído; los hombres “del misterio” como los he atesorado de niño en mi memoria; llegaban uno a uno, de los campos y pueblos cercanos, de la misma ciudad, rostros desconocidos que salían de la oscuridad a despedir a uno de los suyos en esa capilla sin cruces ni boato religioso, improvisada en la casa donde recuerdo que la lámpara lagrima suspendida cerca de la urna le faltaban dos bujías, como señalándonos que todo es perfectible, como la vida.

Y de esa manera fui entrando en el mayor de los misterios, mientras algunos cuchicheaban desde las ventanas, tratando de ver este espectáculo, color anaranjado, por los velones y la escasa luz.

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